Gabriela, Gala y Dalma son abanderadas de la escuela de Lomas del Mirador. Inteligentes, pacíficas, días antes de egresar hablaron de miedos, discriminación y de sus proyectos de vida.
Daniel Caraffini/ De la Redacción de UNO
dcaraffini@unoentrerios.com.ar
Son las caras que más duelen de una violencia que desgarra a una comunidad. Forman parte del ejército de indefensos que día a día, con las armas más nobles como la voluntad, las ganas y el sacrificio enfrentan una literal supervivencia diaria, porque los hechos delictivos y balaceras no discriminan edades ni horarios.
Esa zona con todos los servicios públicos, está excluida: las acciones oficiales son insuficientes para torcer una realidad obscenamente naturalizada.
Los ruidos del horror se padecen en el interior de las casas, y la intranquilidad se percibe en las calles, aún cuando el sol brilla más que nunca y el cielo diáfano –que encuadra cualquier rincón urbano como el mejor de los paisajes– transmite su máxima sensación espiritual y celestial.
Las miradas a los extraños se sienten a los costados y hasta en la nuca: todos están alertas. Tampoco llama la atención que a bordo de una moto de alta cilindrada, un menor vaya y vuelva, tomando atajos, siguiendo los movimientos del vehículo de Diario UNO.
En ese clima parece todo adverso: los chicos tienen miedo de ir a la escuela, pese a que es allí donde acceden a un plato de comida, ese que algunos tanto esperan luego de un fin de semana.
Llegan desde el mismo Lomas del Mirador, pero también desde el Municipal, del Policial, Aatra o Paraná XX. Hay chicos que pueden asistir a clases a la mañana, pero a la tarde tienen vedado el paso peatonal por laberínticos pasillos y calles que unen barrios. La caída de la matrícula en la escuela Nº 38 no puede revertirse: hay divisiones con solo dos alumnos.
En esa “escuela modelo” de la democracia, inaugurada en 1985, estudian Gabriela González, Gala Bonffantino y Dalma Alem.
Son iguales que los chicos de otros barrios de la ciudad. Estudian, realizan tareas extracurriculares, no miran televisión y usan las netbooks, tienen Facebook, también sueños y muchas ganas y proyectos de vida; sufren la discriminación y padecen la violencia diaria.
En algunas frases resumen sus sentimientos. Como por ejemplo, cuando en los medios de comunicación “hablan del Lomas y meten a todos en la misma bolsa y no se ponen a pensar que hay gente buena en el barrio”, como dijo Gabriela.
“Para los cambios, que uno solo se mueva no alcanza; se necesita que toda la sociedad se movilice”, como acotó más tarde, en una reflexión espontánea y natural, casi como una experta socióloga. U otra que sintetiza una convicción presente en las tres jóvenes abanderadas, al ser consultadas acerca de qué las empuja a asistir a las aulas afrontando riesgos y superando miedos: “Quería terminar para ser alguien, nada más”, como arrojó Gala en la mesa, durante la entrevista.
La educación como herramienta de superación y desarrollo personal que laboriosamente inculcó la escuela, parece haber sido una misión cumplida en estas tres jóvenes...
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