Es la voz de hacheros, mensúes y tareferos. Poeta rebelde de los olvidados, Ramón Ayala dispersa sus melodías más allá del Río Paraná, y la estela de su canto llega, incluso, hasta La Habana. Allí, otro argentino de apellido Guevara le confesó que, en alguna noche en Sierra Maestra, se animó a interpretar su canción “El mensú”.
La sangre derramada de los mensúes, los más explotados entre los explotados peones rurales, hizo más roja la tierra roja en el Alto Paraná. En esas tierras de las misiones, en el paraje Caraguatay, el canto de Ramón Ayala le puso voz al silencio de los ansiosos por la libertad. Y con su voz diafragmática, hizo callar a las hachas en los montes. Con su voz alargó la frescura de las hojas verdes de los yerbales. Con su voz se hizo centinela de la dulzura de los misterios. Su voz cantó el poema rebelde de los olvidados, y auscultó el latido cósmico de esos hombres.
Caraguatay se parece a un gran pesebre donde a cada instante nace la América mestiza. Te reciben duendes desfachatados, que recuerdan: “Aquí el Ernesto mitaí se impregnó de savia guaranítica. Aquí escarbó con sus manitas la tierra roja que humedeció con mocos, con leche hembra, para amasar un horizonte”.
Revista Sudestada Nro.79 - Leer
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