martes, 7 de febrero de 2012

Malvinas, un asunto fiscal - J. Altamira

La cuestión económica hace reaparecer el tema Malvinas. El factor distraccionista -en especial en tiempos de ajuste- ocupa un lugar importante, pero secundario

Ya en la guerra de 1982, la cuestión de Malvinas estuvo ligada a las posibilidades de la explotación petrolera y pesquera. Un informe oficial de aquella época, elaborado en Gran Bretaña, advertía sobre la importancia de estos recursos y recomendaba un acuerdo con Argentina. Las dilaciones para poner en práctica esta orientación fueron uno de los factores que se usaron para justificar la ocupación del archipiélago por parte de la dictadura. Hasta ese momento, Malvinas era un tema de soberanía confinado a los manuales de escuela o, esporádicamente, un motivo de distracción política -como ocurrió en septiembre de 1966, cuando un futuro militante montonero saludó con un aterrizaje en la isla el arribo al gobierno de Juan Carlos Onganía.

La cuestión económica torna ahora insoslayable la reaparición del tema Malvinas. El factor distraccionista -en especial en tiempos de ajuste- ocupa en la actualidad un lugar importante, pero secundario. Ninguna de las concesiones que hicieron Menem-Di Tella en su momento permitieron avanzar en la solución del conflicto siquiera un milímetro. Los K acompañaron al menemismo sin chistar, al extremo de apoyar la privatización de YPF en beneficio de Repsol, la cual no es más que una agencia de la City de Londres. El oficialismo emprendió a mitad de mandato un nuevo rumbo ante la evidencia palpable del fracaso.

¿Qué reclama Argentina? No la soberanía de las islas, sino el establecimiento de una mesa de negociación -como ya lo reclamaron Galtieri y Menem. Negociación quiere decir toma y daca -en la mejor hipótesis, el reconocimiento, sólo en principio, de la soberanía argentina a cambio de un régimen económico y jurídico (o sea político) que contemple los intereses británicos y norteamericanos. Este planteo ya se encuentra inscripto en acuerdos precedentes, los que descalifican "los deseos" de los 'falklanders', pero reconocen sus "intereses". Esta población, que ha obtenido ciudadanía británica, ejerce el derecho de propiedad sobre las tierras de Malvinas (por lo que solamente puede ser desapropiada por la legislación británica) y su administración legisla sobre las aguas adyacentes (a cuenta de los ingleses). En una negociación, Argentina recibiría el reconocimiento formal de la soberanía como canje a la privatización del archipiélago malvinense.

En eso ha consistido, precisamente, el acuerdo que cedió Honk Kong a China. "Un país, dos sistemas" fue la síntesis que circunscribió la soberanía de China a su conformidad con un régimen político 'sui generis'. El acuerdo, por sobre todo, consagró la dominación financiera de la Bolsa de Hong Kong, que la convirtió en cabeza de puente de la restauración capitalista de China. La signataria de la renuncia de la soberanía británica a Hong Kong fue Margaret Thatcher. El coloso chino, que había derrotado al ejército de Mac Arthur en Corea, no pudo (ni quiso) sacarle mucho más a los ingleses. Un cuarto de siglo después, la satisfacción de los protagonistas es completa -a excepción de una parte significativa de la población de la isla, que debe sufrir la explotación económica del capital y la opresión política del aparato de la burocracia.

La Haine - 7/2 - Leer Completo


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