—¿Cómo fue su relación poética con Carlos Mastronardi?
—Es una pregunta compleja porque han pasado muchos años. Yo lo conocí a Mastronardi en 1949, el año del aniversario del Colegio Nacional de Concepción del Uruguay. El estaba allí como periodista. Ninguno de los dos pudimos entrar al Colegio porque en esos años gobernaba el peronismo y a los que no éramos oficialistas no nos dejaban pasar.
—¿Entonces cómo se relacionó con él?
—Yo lo respetaba mucho y me acerqué a él y simplemente le pedí que me ayudara. Me acuerdo que conversamos un rato largo, en algún momento me solicitó que lo acompañara al centro de la ciudad para hablar por teléfono.
—¿Cómo fue la relación poética entre ustedes?
—La relación fue lenta. El no estaba apurado para nada y yo tampoco. Así que lo nuestro fue una relación entre dos personas lentas, ninguno tenía apuros, ni él para sacarme lo que yo pudiera tener de bueno ni yo por aprender. Yo estaba bien con él, compartía esa atmósfera que creaba a su alrededor, su estar callado. Un amigo de Viale me decía que yo había trabajado con el poeta más taciturno de la Argentina. Y es verdad. Mastronardi era taciturno y eso era lo que me encantaba porque detrás de eso había una enorme sabiduría, bondad y generosidad.
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