Las inscripciones para ir al secundario cerraron hace casi cuatro meses y las clases comenzaron en todo el país, pero en muchas escuelas continuó la llegada de familias que llevan a inscribir a sus hijos para poder cobrar la asignación universal.
La decisión política de la Presidencia de la Nación de atar esa ayuda social al certificado de escolaridad de niños y jóvenes, tal como se anunció en octubre pasado, obligó a las autoridades educativas de las provincias a acelerar y a veces a improvisar algunas estrategias que tenían previsto implementar a lo largo de dos o tres años, para cumplir con la ley de educación que establece el secundario obligatorio.
La semana pasada, en reunión del Consejo Federal, los ministros de Educación se apresuraron a consensuar una resolución que los autoriza a implementar este año y el que viene alternativas para poder inscribir a los menores de 18 años que estén fuera del sistema y busquen poder recibir la asignación del gobierno.
Objetivo para otra escuela
"Una licuadora no seca el pelo", dijo Germán Rama, ex presidente de la Administración Nacional para la Educación Pública de Uruguay. "La escuela secundaria fue creada para seleccionar, formar a las elites, darles una formación universitaria, y ahora queremos que integre socialmente y brinde una educación comprensiva. Le podemos cambiar el motor, modernizar los botones, pero una licuadora no seca el pelo."
El ADN de nuestra escuela secundaria no pasa por integrar, contener, personalizar procesos de aprendizaje, educar en un sentido integral. Alumnos con más de diez materias simultáneas; profesores de materias, no de cursos ni de alumnos; docentes con pocas horas, muchos grupos y centenares de alumnos que no logran conocer. Es un modelo de escuela que lo fracciona todo: tiempos, espacios, conocimiento, relaciones.
Colombia
Rebelión 3/7
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