¡Caraduras, sinvergüenzas! Estos son algunos de los epítetos más leves que están en la boca y el pensamiento de los cada vez más numerosos sectores de la población que han roto el silencio para gritarles su bronca a los funcionarios más odiados de este gobierno y a la mismísima Cristina.
No puede ser de otra manera, ya que a la conmoción que generó el desastre del Sarmiento, se le han sumado descaradas declaraciones del secretario de transporte Schiavi, la ministra de seguridad Garré y la presidenta. Todos preocupados por salvarle las culpas al dueño de la concesión de TBA, Cirigliano, y a los funcionarios y burócratas que se han enriquecido con el desguace del ferrocarril. De la misma manera que lo han hecho con las escuelas, los hospitales y el conjunto de obras públicas y servicios.
Las 51 víctimas fatales atrapadas entre los hierros y las chapas retorcidas de los vagones, estaban sanas e iban a trabajar, estudiar o simplemente a realizar trámites. ¡No existe dolor más grande que el que se produce con una muerte evitable! Todos ellos tenían proyectos, amores, hijos, padres, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, como cualquiera de los que estamos vivos porque tuvimos la suerte de no estar en ese tren del Sarmiento.
A todo el mundo le quedó claro que no fue la fatalidad que sesgó sus vidas, sino el vil negocio que los capitalistas, amparados por el gobierno y los burócratas sindicales, han montado para amasar fortunas sin invertir un solo peso. Esta gente, que forma parte de la clase empresarial que nos está despojando de lo más elemental, las riquezas naturales, a través de la política sistemática del saqueo.
Por eso, lo que quedó expuesto luego del desastre de Once ha sido la verdadera naturaleza de este “proyecto nacional y popular”, que como otros en el resto del continente, se está hundiendo en el mismo fango que alimentó los negociados de los gobiernos anteriores, desde la dictadura de Videla en adelante, pasando por Alfonsín, Menem y De La Rua. Un modelo de ajuste, saqueo y represión al servicio de las multinacionales, gracias al cual, tanto la presidenta como el conjunto de sus funcionarios, han aumentado sus patrimonios de manera exorbitante.
Todo demuestra que el capitalismo semicolonial, que continúo sosteniendo el kirchnerismo durante los últimos ocho años, se está cayendo a pedazos, en momentos en que la crisis mundial no permite ni siquiera mantener las apariencias del “progresismo” a través de algún mecanismo de distribución de las migajas. El Gobierno de Cristina hace agua, porque ya no tiene la ventaja de los elevados precios internacionales de las materias primas, que le servían para transformar el engaño en virtud.
Congreso de Agmer/ “La docencia no puede retroceder” - AIM
Fabricantes de hambre
Por Manuel Freytas (*). Según la ONU, en el mundo ya hay más de 1.000 millones de personas que padecen hambre, la cifra más alta de la historia, y en todo el planeta hay 3.000 millones de desnutridos, lo que representa casi la mitad de la población mundial, de 6.500 millones. Pero en la realidad, la producción de alimentos está fuera de la órbita del control estatal de los gobiernos.
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