Las orillas del río Paraná parecen ocultar un misterio con su osamenta de niebla y sombras. Es el misterio de un poeta, estigmatizado y poco estudiado, olvidado y rescatado, testigo y parte de la naturaleza. Sólo quien decide adentrarse en la profundidad de sus versos, en la cadencia de una vida de soledad y poesía, puede ganarle unas manos al ensueño y al olvido. Son guías en este viaje por aguas dulces Sergio Delgado, Orlando Van Bredam y Luis Alberto Salvarezza.
La poesía de Juan Laurentino Ortiz es mucho más que el personaje Juanele que construyó el imaginario de los intelectuales porteños que lo visitaban en su casa de la barranca del Parque Urquiza, a orillas del río Paraná. Aquel hombre flaco, con el pelo entrecano revuelto y rodeado de gatos, que fumaba con una larga boquilla de bambú y tomaba mate en una delgada bombilla, era un ejemplo de desapego por lo material. Pero también, el dueño de una obra que excede con creces aquella imagen estereotipada, que él también ayudó a difundir.
Su poética está enmarcada en una filosofía particular que supera la coyuntura y asume un compromiso vital con la naturaleza, el hombre y el espíritu; la cosmovisión orticiana elude la frontera que imponen las palabras y los significados para que las ideas y los sentimientos fluyan desde lo cotidiano y se proyecten por el cosmos. Ver el río que nunca es el mismo implica pensar desde una sensibilidad que explora la vida de aquello que, de tan a la vista, permanece oculto a la mirada diaria. Y esta visión también determina una poesía que está más allá de la lírica pura y fina, donde las preocupaciones de Ortiz son las mismas desde el primer título hasta el último verso. La obra en su conjunto es un único libro que “no ha sido solamente un hecho artístico, sino también un estilo de vida, una preparación interna al trabajo poético, una moral”1, según el escritor Juan José Saer.
Daniel Freidemberg considera que “el ajuste entre la temática, la actitud espiritual y el lenguaje es preciso e indiscernible en Ortiz, quizá más que en cualquier otro poeta argentino. Leer su poesía es oír mentalmente su música y percibir sus visiones, pero también es ingresar en un modo de ver, pensar y sentir. Se podría hablar de una filosofía ‘orticiana’, encarnada en los poemas y a veces expuesta en ellos. Se trata, en todo caso -y Ortiz lo declaró en diversas entrevistas-, de un pensamiento extremadamente elaborado en el que tienen cabida desde Bergson y las religiones orientales hasta los mitos de los indios americanos, los anarquistas, Heidegger, Rilke, el marxismo y la física cuántica”...
La nota completa en la edición gráfica de Sudestada N°82 - Septiembre 09
http://www.revistasudestada.com.ar/web06/
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