Luca Prodan en “Mañana en el abasto” nos advierte “no vayas a la escuela, porque San Martín te espera”. Con su gran capacidad de observación, Luca había encontrado en el mito militarista aquello a lo cual debíamos oponernos. Ese culto al militarismo pone a San Martín como padre de este país y al ejército argentino como su único heredero.
Formaron un San Martín que parece sólo un profesional de lo militar, del que sólo supimos que llegó a América, liberó tres países y se fue a Europa. Un San Martín, que debía ser convenientemente blanco y que no hacía “política”, solamente ganaba batallas. Lo único real es que fue un magnifico dirigente militar (entendiendo que la guerra es la continuación de la política por otros medios), siendo algunas de sus batallas consideradas como claves para los estudiosos de la guerra.
En esta nota nos detendremos en algunos ejes de debate sobre su historia para poder tener una mirada distinta desde los revolucionarios.
¿Por qué San Martín volvió a América?
Este es el punto de mayor discusión en sus biografías. San Martín se va de América con 5 años y vive hasta los 34 en España. Tenía 11 cuando se sumó al ejército español. ¿Por qué decide viajar al lugar donde nació para luchar contra el mismo ejército del que fuera parte hasta ese momento? La historia oficial habla de un supuesto llamado de la patria, del impulso “telúrico”. Pero esto nada demuestra ¿qué llamado, y de quién, podría recibir este hombre que no vivía en su territorio natal desde 1783?
La otra hipótesis habla de que San Martín tenía relación con la corona británica. San Martín llega en una fragata inglesa y su plan del cruce de los Andes tiene antecedentes en un plan formulado en Inglaterra. Sin embargo, después será clara su disputa con los proyectos que pretendían entregar la economía y la soberanía del país a Inglaterra.
Otra explicación, la mejor demostrada, parte de que San Martín era un defensor del proyecto de la Revolución Francesa y dentro del ejército español integró una logia, formato rudimentario de los partidos políticos actuales, que se proponía conquistar una sociedad donde los hombres fueran reconocidos como iguales, donde ya no existiera división entre nobles y plebeyos o entre supuestas razas inferiores y superiores.
Esta logia jugó un papel importante en la lucha contra la invasión napoleónica. Sin embargo, la vuelta al poder de Fernando VII tiraba por la borda la posibilidad de una revolución en España. La alternativa de seguir adelante estaba al otro lado del océano, de donde llegaban noticias de transformación social. Los hombres de la logia deciden viajar, poniéndose en contacto con los sectores más avanzados de cada región, con el proyecto de extender la lucha por la revolución.
¿Qué ejército construyó San Martín?
San Martín jamás construyó un ejército argentino, sino uno popular destinado a luchar por la liberación. Él lo hizo evidente al bautizarlo como de Los Andes y darle una bandera propia. Nunca aceptó reprimir a los federales opositores al poder de Buenos Aires, pese a los constantes reclamos del poder central.
Para su proyecto del cruce de Los Andes necesitaba asegurar la declaración de la independencia. Por eso, junto a Belgrano, Monteagudo y Güemes, trabaja para que salga la declaración en 1816, algo indispensable para su proyecto continental. La independencia de las provincias unidas de Sudamérica (y no “del río de la plata”) era clave para generar la unidad de los que luchaban en los actuales territorios de Chile, Perú y Bolivia.
Allí decide encarar la parte definitoria de su plan a partir de 1817. Las victorias que logra hasta llegar a Perú están muy lejos del desfile que nos muestra la historia oficial. Ese ejército aplicaba una guerra integral, que ponía al pueblo entero en lucha, tal como vio San Martín en la resistencia española cuando “hasta las piedras se levantaron para hacer frente al invasor”. Integraba distintos frentes y formas de lucha. Mientras el ejército avanzaba en un modelo más clásico, la guerrilla de Güemes funcionaba como retaguardia estratégica.
Desde 1820 San Martín ya no recibirá siquiera un sueldo del estado manejado por Buenos Aires. Menos aún apoyo real al proyecto continental. Tras ordenar el gobierno del Perú, sin recursos y con la noticia de la enfermedad de su mujer y la soledad de su hija, San Martín se reúne con Bolívar para pasarle el mando de su ejército, que ya no tenía posibilidad de culminar el proyecto original que se cerraba con la incursión que debía realizar Güemes desde Salta.
Este fue el gesto final que ya lo hacía irrecuperable para el poder porteño y que será imposible de aceptar para el mito de padre del ejército: el “indio”1 José le entrega el mando del ejército a un “extranjero”. Muestra que San Martín jamás pensó ese ejército como argentino: estaba formado para la liberación de América y debía estar en manos de aquel que tuviera la mayor capacidad para dirigirlo.
¿Cuál era el país que quería?
Este es quizás el eje más importante para entender por qué luchaba este hombre que se jugó la vida en tantas batallas. Sus gobiernos en Cuyo y Perú nos dan claras señales de sus ideas.
Su accionar en Cuyo tuvo como elemento central la necesidad de conformar el ejército de Los Andes. Generó una economía de guerra para desarrollar los pertrechos, llegando a construir una producción propia de cañones y proyectiles. Pero esto no se hizo al costo de atacar la situación de las clases oprimidas. Aseguró el desarrollo de la agricultura, fundó bibliotecas y escuelas y conformó un sistema impositivo donde pagaban más los que más tenían. En Perú estas medidas se repitieron, siendo central la supresión de toda ley de opresión racial, el fin de la esclavitud, la servidumbre y el tributo de indios. En lo económico se caracterizó por buscar el desarrollo del mercado interno, proyectando una industrialización basada en impedir la entrada de productos que compitieran con los del país, en un programa opositor a los intereses de la corona inglesa
Hacia una primera síntesis
En estos artículos pretendemos repensar nuestra historia, recuperando los procesos independentistas desde una perspectiva revolucionaria. Es evidente que es imposible hablar de un San Martín argentino, como no se puede hablar de un Artigas uruguayo. Es totalmente ahistórico: la vieja trampa de afirmar que lo que hoy es, es lo que estaba destinado a ser. En verdad los países hoy existentes son el resultado de la derrota de sus proyectos de profunda transformación social.
Para nosotros San Martín era un revolucionario, pero uno de su tiempo. San Martín era el mayor exponente de un verdadero revolucionario burgués, alguien dispuesto a luchar hasta las últimas consecuencias contra el poder monárquico, contra el que unos hombres -por su mismo nacimiento- fueran considerados superiores al resto. Tenemos, como evidencia de ello, su respeto varias veces expresado, a los pueblos originarios de América, a los mulatos y a los negros.
Sin llegar quizás a las posturas más igualitarias de Artigas, San Martín expresa, junto a Belgrano, Monteagudo y Moreno, lo más avanzado del revolucionarismo burgués en la América morena; ese revolucionarismo que no encontró una clase donde hacer pie y que por eso se perdió con esos hombres. Luchaban por la igualdad, la libertad y la fraternidad. En ese momento, con ese grado de desarrollo de las fuerzas productivas y siendo aún colonia española, la posibilidad de avanzar hacia ese futuro de libertad pasaba por derrotar a las fuerzas realistas y construir un desarrollo independiente. Su famosa frase “seamos libres y lo demás no importa nada”, implica, a la vez, su inquebrantable convicción y la carencia de un proyecto colectivo que encarnara en una fuerza social concreta que fuera más allá de la lucha común contra el poder realista.
Hoy, tras casi doscientos años de historia, luchas y fracasos, avances y retrocesos, ese proyecto de libertad, igualdad y fraternidad tiene un nombre y un contenido. Ya no podemos decir seamos libres y lo demás no importa nada… sí que importa, y mucho, porque no hay posibilidad de libertad verdadera para todos los explotados del mundo, sin eso que nosotros soñamos y construimos día a día: el socialismo.
El Ché lo sintetizó diciendo que ya no había alternativa, que era revolución socialista o caricatura de revolución. Estamos convencidos que el “indio” José hoy estaría de nuestro lado…
Román Zuárez
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