Alarmantes
estadísticas difundidas por la UNESCO confirman y patentizan el
grave problema de la deserción en nuestras escuelas secundarias.
Entre un 40% y un 50% de nuestros jóvenes alumnos en Entre Ríos
y Argentina no terminan la secundaria, lo cual muestra otras de las
contradicciones y de los resultados injustos de las políticas
aplicadas en los últimos años, y amerita un debate profundo y un
cambio de dirección estructural urgente. Ni hablar si extendemos
el análisis a la cantidad de jóvenes que pueden iniciar y a los que
pueden finalizar estudios superiores y universitarios.
Los
funcionarios ya no saben que discurso inventar para tratar de tapar
una realidad que, como única verdad, los y nos desborda. Varios
factores inciden lamentablemente en éste drama social, pero nadie
puede negar que las desigualdades económicas y sociales
estructurales, las necesidades y las malas políticas educativas,
contradictorias, dependientes, dictadas como “reformas
resignificantes” por el capital transnacional e impuestas por
encima de acuerdos serios y democráticos con la docencia, han
producido ésta lamentable situación que hay que enfrentar.
La
deserción escolar, como expresión de la desigualdad social y de los
fuertes índices de pobreza, pide a gritos un cambio político
integral, es decir un cambio económico, social y cultural, con una
real distribución de la riqueza, de la propiedad, del poder y de las
oportunidades, y un cambio educativo y cultural, dónde se valore el
trabajo de enseñar, la educación pública y la necesidad de
estudiar, formarse, ser responsable, superarse y proyectar dignidad,
autonomía y emancipación, en un contexto diferente, que hay que
forjar entre todos.
La
deserción marca que han fracasado las políticas de los gobiernos
nacional y provincial, por no modificar en serio la matriz
estructural de las desigualdades. Ha fracasado la entrega de la
política educativa al BID, a las fundaciones empresariales y al
capital concentrado. Ha fracasado la política educativa
entendida como acción social periférica funcional a la continuidad
del ajuste y la desigualdad. Ha fracasado la sobreestimación
mediática de los alcances educativos y sociales de las nuevas
tecnologías. Han fracasado los dobles discursos mediocres y
contradictorios, y las patéticas operaciones de prensa oficiales. Ha
fracasado la política de ataque a la escuela pública y a la
docencia que lucha. Ha fracasado la política de desentenderse de
las necesidades educativas y sociales de fondo y de favorecer la
privatización, o semiprivatización, o de subsidio a la escuela
privada. Ha fracasado la futbolización y mediatización de la
política entendida como show de limitados y estrechos horizontes
sólo electorales. Esto sólo ha generado más desigualdades y más
exclusión.
Ha
fracasado la demagogia de plantear la inclusión sin distribución
real del trabajo, la riqueza, los derechos y los deberes de todos y
para todos. Fracasa la política de promoción asistida y automática,
porque los problemas económicos, sociales y culturales desbordan a
la escuela pública, y los docentes y las escuelas solos, no podemos
cambiar todo.
El
mundo discute el descubrimiento del bosón de Higgs mientras nosotros
discutimos el pase asistido y automático de 1er a 2do grado en medio
de un tendal de desigualdad, exclusión, precariedad y deserción.
Los
números y las realidades no son peores gracias a la resistencia
docente y social. Necesitamos un debate democrático y una acción
política urgente que genere trabajo y salarios dignos, especialmente
para las familias de nuestros alumnos, becas -quién sabe porqué nos
queda lejos discutir que las becas sean universales o que se
universalicen las becas y que se paguen a futuro con parte del
trabajo del becado/egresado-, mayor -mucho mayor, sin discursos y sin
excusas- presupuesto para la educación pública, para más cargos,
más infraestructura y más salarios que den más tranquilidad y
respaldo al trabajo de enseñar, entre tantas otras cosas. Y
necesitamos discutir políticamente un control a las especulaciones
monopólicas con la inflación que desvaloriza salarios y dignidades
y genera más pobreza y exclusión.
Necesitamos
respeto al trabajo y la lucha docente, y mayor y real inversión en
la educación pública como parte de un giro hacia un camino
distinto. Nosotros lo venimos peleando desde hace tiempo y
seguiremos adelante: tenemos que forjar mayores grados de
concientización, de debate y de movilización. Tenemos que forjar
redes fuertes de unidad de los que luchan, de poder popular,
político, gremial, social, educativo y cultural que nos permitan, en
el corto plazo, detener el drama político y social excluyente,
conquistar nuestras reivindicaciones, y en el mediano y largo plazo
avanzar con transformaciones estructurales.
Los trabajadores y el
pueblo tienen éste desafío político y social interpelándolos
angutiosamente en éste momento histórico. Sólo una mayor
independencia política, construída en la unidad y la pluralidad de
una sólida consciencia de clase nos permitirá conquistar los
mayores grados de fuerza, de organización, de formación, de
movilización y de acción transformadora que necesitamos.
Prof. Mauricio Castaldo
Sec.Gral. De AGMER María
Grande y
Sec.DDHH de CTA Paraná
28/7/2012
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