El pequeño país fue un paraíso especulativo y vivió una burbuja de riqueza que se pinchó con la crisis mundial. Sus bancos quebrados tenían 3700 millones de euros de clientes ingleses que los reclaman. El Parlamento aprobó pagarles, pero un plebiscito dijo que “no” por muy amplia mayoría. |
“Qué dicha para todos los hombres, Islandia de los mares, que existas.”
Jorge Luis Borges
Hace una semana los islandeses decidieron no pagar a inversores de Gran Bretaña y Holanda unos 3700 millones de euros. Esa deuda, que el Parlamento había aprobado honrar en votación dividida (33 a 30) fue desautorizada en un referéndum por el 90 por ciento del electorado. El 14 de octubre de 2008, cuando se precipitó la crisis –ese día la Bolsa cayó un 77 por ciento–, este pueblo de mansos pescadores pasó sin escalas de vivir una especie de islandian way of life a la peor de las pesadillas. Súbditos de las reinas Isabel y Beatriz, muy ávidos buscadores de oportunidades, depositaron sus dineros en la banca de esta isla de los géiseres y perdieron todo cuando explotó la burbuja financiera. La abrumadora mayoría de los 320 mil islandeses que se inclinó por el “no” canalizó así su hastío contra el mismo sistema, ahora desacralizado, que antes les había permitido tener una expectativa de vida de 80 años y ocupar el ranking de sexta nación más rica de la OCDE.
Rebelión-14/3-LeerEs plata nuestra - Mario Alarcón Muñiz
Los trabajadores estatales rechazaron el aumento propuesto por el gobierno y a través de ATE se declararon en estado de alerta y movilización a partir de mañana, anunciando acciones gremiales que podrían derivar en un paro y una movilización hacia la Casa Gris el martes próximo.
Los viales tampoco aceptaron los números oficiales. Los empleados judiciales aguardan ser convocados esta semana por las autoridades para conversar acerca de los sueldos del sector.
Los trabajadores de la salud se quejan. Los policías están callados, supuestamente por una cuestión de disciplina, pero cuando confían en un interlocutor conocido no vacilan en mostrarle el recibo de sueldo.
A la disconformidad del personal estatal, cuyo último ajuste salarial data de mediados de 2008, se suma el de los trabajadores municipales. En casi todas las comunas se han iniciado o se están programando conversaciones entre las partes, previéndose con cierta lógica que en muy pocas habrá acuerdos.
De esta manera el panorama laboral del Estado se presenta incierto (para algunos tormentoso) pues el gobierno ha expresado reiteradamente en las últimas semanas que sus ofrecimientos representan el máximo admitido por el equilibrio de las finanzas públicas, desde ya desequilibradas tras la reciente aprobación de un presupuesto rengo.
Cabe recordar que antes de fin de año la Legislatura aprobó el presupuesto 2010 con un déficit de 580 millones de pesos, cifra de la deuda flotante cuya financiación está pendiente.
Una semana atrás este diario reveló que las cuentas de algunos expertos son distintas: la inflación y los acuerdos salariales llevarían el rojo provincial a 900 millones de pesos.
Se trata de números preocupantes. Pero hay una forma de superar el problema. Sólo se requieren voluntad política y convicción federal para impulsar un nuevo sistema de coparticipación de impuestos nacionales que permita a las provincias contar con genuinos fondos propios.
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